martes, 22 de noviembre de 2022

Sin fin

El niño raro se sentó al borde de un agujero inmenso y negro. Cogió una piedra y la lanzó dentro para calcular su profundidad. Por mucho que se esforzó, no la oyó tocar fondo. Una vez más,  se hizo la misma pregunta que días atrás había abierto en su mundo aquel pozo negro. Entonces el agujero se hizo aún más grande y el niño apenas tuvo tiempo de agarrarse y evitar la caída. Luego, pensó en la piedra que había tirado. Lo probable era que, por lejos que estuviera,  hubiese alcanzado el punto más profundo, la raíz del agujero, el corazón de su duda. Atraído por este pensamiento, dejó que su cuerpo se deslizara. Había imaginado una caída rápida. Se equivocó. Cayó suavemente, como una pluma, igual que estaba cayendo la piedra, que planeaba unos metros por delante de él. En su caída, la piedra se había hecho luz, una pequeña lamparilla que brillaba en la negrura. El niño abrió mucho los ojos y vio que de la punta de sus dedos también salían pequeños rayos luminosos. Y que estos, a su vez, se multiplicaban y dibujaban diminutas estrellas en las paredes del pozo. Fue en ese momento cuando comprendió que estaba asistiendo a un nacimiento inesperado. Dentro de su pregunta, en el interior de su duda, estaban surgiendo todas las respuestas. En ese instante el pozo se hizo más grande y el niño supo que no tenía fin.

C.M.SB.

¿?


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