sábado, 18 de febrero de 2017

Campanilla

Me siento a escribir estas líneas y, mi gata, como quien acude a una cita ineludible, aparece en mi regazo. De vez en cuando, detengo la escritura y le paso la mano por el pelo. Ella mueve la cola y observa el teclado con mucha atención, como si quisiera desentrañar el misterio de las palabras que ahí se guardan. Luego, cansada de mis caricias, se pasea por delante de la pantalla. Se sienta y, al hacerlo, me impide ver el texto. Me mira y entorna los ojos. A la luz de la lámpara, sus bigotes parecen más blancos que nunca. No tiene ninguna prisa por abandonar su cómodo asiento. Yo espero y, mientras tanto,  pienso cómo terminaré lo que he empezado. La verdad es que no tengo ni idea. 
Campanilla salta nuevamente sobre mis muslos y las palabras vuelven a abrirse paso sobre la superficie blanca. Hoy avanzan con mucha dificultad. Intento empujarlas, pero no hay forma. Mejor lo dejo. Voy a rascarle la tripa a mi gata.

C.M.SB.






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