lunes, 9 de noviembre de 2015

La desconocida

Se contempló como cada mañana. Y con la punta de los dedos, repasó las breves arrugas que el tiempo había grabado en su piel. Contó sus pecas y comprobó que el número era el mismo que en su infancia. Se miró a los ojos y se vio parpadear: una, dos, tres veces, cinco, diez. Luego, trazó con los labios aquel mohín con el que tantas veces se había visto en las fotografías de juventud. Se detuvo en cada lunar y se perdió siguiendo la ruta de sus poros. Se miró con tanta insistencia que acabó encontrando a la desconocida que veía cada mañana, aquella que, atrapada en el espejo, repasaba con la punta de los dedos las breves arrugas que el tiempo había grabado en su piel.

C.M.SB.

Ana Juan



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