Te gustaría que el tiempo estuviera hecho de un material moldeable, que pudieras amasarlo con los dedos y darle la forma deseada. Así lo estirarías a capricho o lo convertirías en una bola para lanzarla lejos y verla rodar.
C.M.SB.
![]() |
¿? |
Antes de morir, el farero entregó una caracola al niño raro y, con palabras que sólo él pudo oír, le contó el secreto que contenía. Poco tiempo después, el faro se cerró para siempre. En su interior, quedaron guardados aquellos atardeceres en los que los dos habían contemplado el oleaje en silencio. Una noche, el aliento de la caracola sacó al niño raro de sus sueños. Escuchó su voz profunda y, como si obedeciera una orden, se vistió y salió de la casa con sigilo. El mar le saludó con un rugido de olas. Jamás las había visto tan altas ni tan hermosas. El niño trepó hasta una roca y se dejó empapar por los rizos de sal. Entonces cerró los ojos un segundo y, cuando los volvió a abrir, vio encendida la luz del faro. El niño sonrió y se sentó sobre las rocas. Y allí permaneció hasta que las olas, cansadas, recobraron la mansedumbre de un mar en calma. Con el último guiño del faro, el niño regresó a casa. Todavía estaban húmedos sus cabellos. Antes de dormir, acercó la caracola a su oído. Su silencio le cogió de la mano y le llevó hasta el umbral de los sueños. Bajo sus párpados, aún brillaban dos estrellas, dos pequeñas ráfagas que alumbraban el azul de sus ojos, tan parecido al azul del mar.
C.M.SB.
![]() |
¿? |
Lees por aquí y por allá. Y, en algún sitio, lees que las flores mejoran el humor, que los libros son hijos de los árboles, que la utopía es inalcanzable y sin embargo necesaria, que la muerte no debe despertar nuestro miedo pues es un capítulo más de la vida, que se desconoce en qué lugar exacto está instalada la memoria. Lees también la historia de una mujer madura, sus avatares, sus caídas y renacimientos. Lees sobre sus sueños, que son jóvenes y están cargados de ilusiones. Lees sus ganas de seguir luchando, su esperanza en el futuro, su espíritu aventurero. Lees en su rostro impreso en papel y descubres que, al mirarlo, mejora tu humor. Como si su piel fuera un campo de flores.
C.M.SB.
![]() |
En la imagen: Gloria Lijó |
El ritual de las limpiezas de verano te permite recorrer la casa y reencontrarte con los objetos que te acompañan y definen. Cada fotografía o postal te traslada a un momento que pasó, a un lugar que recorriste, a una historia que se escribió en tu vida y en la vida de los que aún están contigo o de los que ya se marcharon. Cada libro, cada título te recuerda qué literatura te emociona y cuál rechazas. Cada figura, jarrón o cuadro te invita a rememorar aquel viaje que hiciste o las manos de aquellos que te hicieron un regalo en tal o cual fecha. Cada cajón o armario te pone ante los ojos mil trastos y vestidos que has olvidado a fuerza de no usarlos y que, inevitablemente, volverás a olvidar. Sí, el ritual de las limpiezas de verano te sirve para explorar la memoria, para desempañar el espejo y ver la que eres hoy y la que, en otro tiempo, fuiste.
C.M.SB.
![]() |
Laurent Chéhère |
Un pasillo de hospital. Puertas abiertas al dolor, a la espera. Tiempo que se detiene y no corre. Miradas que se cruzan por encima de las mascarillas. Uniformes blancos y verdes. Móviles que conectan la vida detenida con la que continúa más allá de esas paredes. Olor a medicamentos, a comida, a encierro, a esperanza o a desánimo. Personas desconocidas que, de pronto, se hacen familiares. Brazos débiles que se apoyan en otros más fuertes. Pasos que vienen y van. Máquinas expendedoras. Lecturas intermitentes y descentradas. Un pasillo de la sexta planta. Al fondo, un enorme ventanal. Cerrado. Hermético. Al otro lado del cristal, bajo un tejadillo, un nido de golondrinas. Las dos aguardan el momento propicio para volar. La ciudad se extiende allá abajo. Y el cielo, claro y soleado, anhela el trazo de sus alas. Tú también quisieras verlas planear, libres. Seguir su vuelo con la mirada y soñar, por un momento, que la ventana se ha abierto para dejar entrar el aire fresco de la mañana.
C.M.SB.
![]() |
¿? |
Toda biblioteca es un viaje; todo libro es un pasaporte sin caducidad.
El infinito en un junco
(Irene Vallejo)