El niño raro se mete en tu cabeza en el paseo de la mañana. De pronto, le ves tumbado al sol. Es el cielo lo último que ha visto antes de quedarse dormido. Respira con suavidad. Y sueña. Y en sueños ve su dedo extendido hacia unas nubes deshilachadas. Su yema las toca, se impregna de su humedad. Y, como si de tinta blanca se tratara, el niño dibuja con el índice letras sobre el fondo azul. Así, poco a poco, escribe sus deseos más profundos. Cuando despierta, el viento juega con las nubes, las empuja y se las lleva con él. El niño sonríe y piensa que quizás sus deseos viajen hacia un lugar lejano, a un país en el que se harán realidad.
C.M.SB.
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