sábado, 24 de febrero de 2018

Al trantrán

Me gusta la expresión "ir al trantrán". Me gusta su sonido y me gusta el significado que lleva dentro de cada una de sus letras. La dices y suena un poco a trabalenguas, a traqueteo de tren, a andar pausado, a poca prisa. La dices y lo pesado se vuelve ligero, la dices y en el paisaje aparece el oasis de las pausas. Me gusta su juego de consonantes, esa vibración que empieza en el interior de la boca y que se extiende por el ánimo. Me gustan sus dos aes. La a que lleva la calma, la a que lleva la paz, la a que aplaza y aplaca. 

C.M.SB.

Blanca Gómez

jueves, 22 de febrero de 2018

La primera línea

Salvo leer, no hay nada que te haga tan feliz como escribir. Pasas las páginas de un dominical, te adentras en un reportaje sobre la vida pequeña de un hombre de otras latitudes y se escribe sola la primera línea de un relato. Transcurre el tiempo y no encuentras nunca ese rato de serenidad necesario para redactar las siguientes líneas. Sin embargo, la idea sigue ahí, intacta. Te acecha en cada respiro del día, en cada paso de tu andar, en cada desayuno, en cada instante en que tu pensamiento se aleja de las obligaciones. Esas pocas palabras, esa historia que todavía no se ha escrito, te persigue como una sombra hecha de luz. Esa primera línea se ha convertido ya para ti en una esperanza, en un horizonte.

C.M.SB.

Daria Petrilli

martes, 20 de febrero de 2018

A saber

Emprenden el camino y se agarran como se agarra uno a la vida. Hacen equilibrios sobre el estribo y, echados un poco hacia atrás, intentan vislumbrar qué hay más allá de lo que abarcan sus ojos. A saber qué les aguarda en la siguiente curva, en la próxima parada.

C.M.SB.



¿?

jueves, 15 de febrero de 2018

La mirada azul

Contemplo el mar con el asombro de quien no lo ha visto nunca.  Mis ojos, hipnotizados por el ir y venir de las olas, no logran apartarse ni un segundo de esas aguas de colores cambiantes. El azul, el gris, el verde, el blanco y sus múltiples tonalidades se mezclan en una paleta que se pierde en el horizonte infinito, inabarcable. El agua se riza, caracolea, se duerme y se despierta y, siempre, una y otra vez, se acerca hasta la orilla para saludarme y, un segundo después, se aleja y toma distancia.
De pronto aparece, allá a lo lejos, un velero que se bambolea sobre la superficie con la lentitud de los barcos que nunca tienen prisa. Mis pupilas siguen su avance y mi imaginación construye al hombre que navega sobre la pequeña embarcación. Invento su rostro, las tenues arrugas que el tiempo ha construido en su piel, la tez morena y curtida por el sol, sus brazos fuertes, las profundas líneas de sus manos, el cabello alborotado por el viento, su cuello ligeramente inclinado hacia atrás, su mirada azul, teñida por las aguas del mar.

Imagino que ese hombre me descubre y que agita su mano con la esperanza de que yo lo vea. Invento su gesto con tal claridad que no puedo resistir la tentación de mandarle yo también un saludo. Después, el velero desaparece de mi vista y el mar y yo volvemos a quedarnos como al principio, a solas.

C.M.SB.

Fotografía: C.M.SB.

sábado, 3 de febrero de 2018

Palabras para hoy

Las obras nunca se terminan. El truco está en saber dónde hay que dejarlas inacabadas.

El laberinto de los espíritus

(Carlos Ruiz Zafón)

Pejac