El cactus creció en tu casa. Se multiplicaron los hijuelos, pero jamás floreció. Poco antes de mudarte, se lo regalaste a una amiga. Tardó en adaptarse a su nuevo hogar. Sin embargo, el otro día recibiste una fotografía a través del móvil. En ella se veía una espléndida campanilla. El cactus por fin había encontrado su verdadero espacio, el sitio que necesitaba para florecer.
C.M.SB.
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