La historia está en tu cabeza. Crees, incluso, que las palabras están ordenadas según tu propia armonía. Lanzas la historia al papel. La lees. No es tan buena como creías. Se te han escapado algunos lugares comunes. Las palabras no dicen exactamente lo que querías decir. Borras, corriges, piensas, buscas sinónimos, rehaces. Tu historia, brillante, genial en tu cabeza, ha dejado de existir. Tratas de recuperarla, pero ya no está. Sobre el papel quedan sus cenizas.
C.M.SB.
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