El caracol trepa a su ritmo para ver qué hay al otro lado. Y mientras, la luna se mira en el espejo de piedra. Su luz hace magia con las sombras.
La noche pertenece al caracol, a la luna, a los diminutos cráteres abiertos en las piedras. También a lo que aún está por descubrir. El corazón del caracol late con impaciencia. Te parece oírlo mientras escribes, mientras el cursor palpita a la espera de la siguiente palabra.
C.M.SB.
Fotografía: María Gargallo (Gracias por regalármela) |
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