Es muy temprano y las luces de la calle están encendidas. Si miras hacia arriba, ves una luna llena en el cielo. Las nubes construyen formas cambiantes, se desplazan y abren huecos en el fondo que las cobija. La luna se esconde unas veces y luego vuelve a aparecer, entera o a retazos. A medida que caminas, la bóveda se transforma. No hay repetición. Los ojos registran un espectáculo diferente a cada paso, como si viajaras en un tren y mirases por la ventanilla. Es fácil establecer la comparativa. También cambia el paisaje en la vida, en los días que gastamos, en nuestro propio rostro. Ese cielo que aún no se ha llenado de sol, te invita a seguir caminando. A pensar. Si pudieras, continuarías el paseo bajo la luna esquiva, sin otra ocupación que la de jugar con ella al escondite, al ahora sí, ahora no. Sin prisa, las pupilas llenas de sombras, repletas de esa mañana que todavía no se termina de despertar.
C.M.SB.
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Fotografía: C.M.SB. |
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