martes, 3 de enero de 2023

El camino de los helechos

El niño raro siguió el camino de los helechos. Y así, paso a paso, llegó al claro del bosque. Recordó entonces el momento en que aquel círculo mágico se abrió por primera vez ante sus ojos. Recordó la sensación de que los árboles que lo conformaban le habían elegido a él para desvelarle un secreto, para mostrarle su tesoro, para hacerle, quizás, parte de él.
Desde aquel día, el niño regresó a aquel lugar cada tarde y así aprendió a descifrar las voces del bosque, unas voces que le invitaban a quedarse siempre un poquito más. Y así, con el transcurso de las semanas y los meses, el niño iba prolongando sus visitas hasta que las tardes se convirtieron en noches y estrellas.
Al niño le gustaba clavar los pies desnudos en aquella tierra, abrir los brazos y agitar los dedos de sus manos, sentir la sangre circulando por sus venas y reír con las cosquillas que le hacían las hormigas al trepar por sus piernas. Le gustaba saber que su piel empezaba a ser dura y rugosa y que su cuerpo ya olía a madera, a brotes a punto de florecer. 

C.M.SB.


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