Cae la tarde. Ahora sí que es otoño. Levantas los ojos y ves esa luz encendida en las ventanas. Parece una oficina. Por un momento te imaginas a una persona dentro, haciendo una pausa, con la mirada perdida en la calle, en lo que hay más allá de los cristales. Imaginas a esa persona bajo la luz eléctrica y dorada, la imaginas calentita, tal vez cansada del día. La imaginas casi con calor, envidiando el fresco de la tarde, deseando unirse a la gente que, como tú, camina por la calle, deseando sumarse a esa gente que observa las luces encendidas de los ventanales y que envidia a quien en ese instante se encuentra al abrigo de las paredes, en el refugio de los interiores donde desaparecen el aire frío y las horas destempladas.
Haces la foto y continúas paseo adelante mientras las hojas caen a tu alrededor. Quién sabe, el oficinista podría seguirte con la mirada hasta verte desaparecer del encuadre.
C.M.SB.
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| Fotografía: C.M.SB. |

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