Como tantas veces, te sientas a escribir sin saber muy bien el rumbo que van a tomar tus palabras. Sin embargo, te apetece sentir el contacto de las teclas bajo tus dedos. Disfrutas con su repiqueteo, con ese sonido que se añade a la música que escuchas mientras trazas estas líneas en el espacio en blanco.
De qué hace día hoy, te preguntas.
Hace día de pasar horas saltando de una cosa que te gusta a otra que te gusta aún más. Hace día de escribir una carta y un relato. De abrir nuevas esperanzas, de demorar lo que urge, de enroscarte en tu caracola, de callar lo que te sale decir, de mirarte y reconocerte, de plantar un esqueje con la ilusión de verlo crecer, de observar cómo caen las hojas de los árboles. Hace día para preparar el de mañana con anticipación, casi con impaciencia; de mandar un mensaje a esa amiga que está lejos, de despedirte de quien va a emprender un viaje y de anhelar su regreso, de adivinar el placer de una lectura nocturna. Hace día para deshojar una vez más la margarita, de saltar del ahora sí al ahora no.
Haces una pausa y observas el pestañeo del cursor. Sabes que las palabras están a punto de guardar silencio. Otro día elegirás otro rumbo. También puede suceder que otro rumbo te elija a ti.
C.M.SB.
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