Es curioso cómo la música empieza a sonar en tu cabeza antes de oírla realmente. Te despiertas y en tu mente ya suena una melodía. Mucho antes de escucharla ya está en tu pensamiento, ya te asoma a los labios, ya pone movimiento a tus pies, a tu cuerpo. Y, cuando al fin suena de verdad, no solo en tu imaginación, sino a través de un dispositivo, sientes que esa canción se reafirma dentro de ti, que es justo la que necesitas en ese instante, la que te estaba esperando para sacarte a bailar. Y ese baile se apodera no solo de ti, sino del día entero, de cada uno de tus pasos, de cada una de tus palabras. Y bailan las ramas de los árboles. Y las alas de las palomas. Y los tejados de la ciudad. Y el azúcar dentro de una taza de café. Y la mirada de esa amiga que te escucha. Y el paraguas en tu mano. Y la ropa que tiendes. Y tu pelo. Y el deseo de que mañana te traiga otro amanecer que dibuje pentagramas nuevos en el cielo.
C.M.SB.
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