El libro espera, cerrado, silencioso. Te tumbas y alargas la mano. No te hace falta mirar. La distancia la has medido durante varias noches. Lo abres y la luz de la lámpara se proyecta sobre la página aún sin leer. Entonces empieza lo bueno. El libro despierta y empieza a contarte. Y tú, robándole terreno al sueño, te dejas ir, te abandonas en sus palabras.
C.M.SB.
Lectura nocturna (1884) Georg Pauli |
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