Mi abuela hacía punto y contaba historias.
Todavía recuerdo el ruidito que hacían las agujas cuando chocaban entre sí. Y cómo la velocidad de los puntos- dos del derecho, dos del revés- se amoldaba al ritmo de las palabras.
A mi abuela le gustaba mezclar colores.
Lana roja para las historias de amor.
Negra para las que contaban la muerte.
Azul para las que hablaban de marineros y tormentas.
Verde para inventarles nombres a los duendes.
Los puntos nunca quedaban igualados.
Eran flojos y demasiado sueltos si los labios de mi abuela reían.
Apretados si su cara tomaba una expresión seria.
Todavía recuerdo el tacto de aquellos jerséis de mi infancia.
Yo cerraba los ojos y mis dedos acariciaban la lana, ese mapa tejido con los colores de las historias.
C.M.SB.
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