domingo, 18 de enero de 2015

Instantes difusos

Hace unos días, cuando esperaba a que se abriera el semáforo, me fijé en una valla que quedaba a la izquierda de la calle, una valla de color verde con diminutos desconchones, con pequeños huecos rectangulares por los que se escapan las ramas de las plantas que adornan un enorme jardín. Me quedé mirándola como si no la hubiera visto nunca, pensando en que esa valla había estado siempre ahí, desde que tengo memoria de esta ciudad tan cambiante en la que apenas quedan lugares que te permitan recordar porque todos ellos han sido transformados en un afán por destruir lo que fue. Y, de repente, tuve la impresión de viajar en el tiempo, a un momento impreciso y lejano, a un instante que intenté atrapar inútilmente porque se me escapaba como se escapan esos sueños imposibles de agarrar cuando te despiertas de un sueño profundo. Fue muy raro. Yo estaba en el carril de la derecha, dentro del presente y, al lado, en el carril de la izquierda, a unos metros escasos, circulaba el pasado, no sólo de la ciudad sino también de mi propia vida.
Fue muy raro, pero también agradable. Por eso espero que esa valla verde siga estando ahí a lo largo de los años y que su visión me haga viajar a otros instantes difusos.
C.M.SB.


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